A los seres humanos por naturaleza nos fascinan las imágenes, somos totalmente visuales y es la expresión más clara de nuestro lenguaje.
Los arquitectos que estamos involucrados desde siempre con ellas, como una manera de expresar nuestras ideas, hemos sido precursores siendo consumidores de nuevas herramientas de informática para crear imágenes que claramente puedan expresar un proyecto, cuando antes era prácticamente imposible ser comprendidos por un cliente mediante un plano bidimensional.
Actualmente, nos sentimos tan cómodos con estas herramientas para explicar un proyecto que las hemos preferido antes que un croquis o un claro plano arquitectónico.
Estas herramientas tecnológicas han sustituido de tal manera a los planos, que al encontrar en alguna publicación un proyecto, es cada vez más difícil entender su funcionamiento debido a la falta de información; en cambio, encontramos un exceso de imágenes que pasan por alto las leyes de la gravedad que parecieran no poder ser construidas en un mundo real.
Las imágenes en la arquitectura son percepciones subjetivas de una realidad inexistente, son proyectos. No debemos engañar al cliente, ya que muchas veces si no son sustentadas en bases sólidas y sistemas construidos reales no terminaran siendo nada parecidas a la realidad.
Estas imágenes que terminan confundiendo al cliente aprovechándose de los medios tecnológicos, la mayoría de las veces nunca llegan a ser construidas; una frase que un día escuche en la carrera y se me quedó muy grabada fue: “La arquitectura no es arquitectura hasta que se construye”.